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Foto del escritorEnrique Serna Mondragón

El Alma de México recibe con amor a los espíritus que se adelantaron

Una de las celebraciones más representativas de nuestro país es el Día de Muertos, que en cada región guarda particularidades propias, pero en Michoacán se reviste de un misticismo cautivador.

 


Por: Enrique Serna / Foto: Especial

 

Ciudad de México, miércoles 1 noviembre 2023.- La riqueza cultural de México es prácticamente infinita, cada región guarda celosamente sus tradiciones ancestrales y las transmite de generación en generación para perpetrar la cosmovisión que les identifica. Hay también rasgos autóctonos generales que, según la zona, muestran algunas diferencias. Sin embargo, hay una celebración que bien puede considerarse como las más importante de la mexicanidad más auténtica, el Día de Muertos.

 

Aunque en todo el orbe y desde tiempos inmemoriales la transición entre la vida y la muerte ha tenido gran significación, en nuestro país adquiere un carácter festivo y fascinante que ha cautivado al mundo

 

Debido a la multiplicidad cultural del país el Día de los Fieles Difuntos, como también se le conoce, se celebra con los recursos y de acuerdo con los entornos naturales, lo que aporta interesantes matices representativos de cada región, pero todas tienen lugar los primeros días de noviembre.

 

En medio de un grandioso crisol folclórico sobresale la celebración purépecha que simboliza el regreso de las almas para compartir una noche de fraternidad con sus seres queridos en el plano terrenal.

 

Es en Michoacán donde se localiza el encantador Pueblo Mágico de Pátzcuaro, dónde a su vez se ubican la isla y el lago de Janitzio, milenario testigo de lo que para muchos, en el mundo, es la más bella celebración del encuentro entre Cumiehchúcuaro, la tierra de los muertos y la dimensión de quienes nos consideramos vivos.

 

En la llamada Noche de Muertos, la penumbra lacustre se ilumina con un firmamento de veladoras que representan las almas que regresan. En el horizonte, enmedio de un silencio absoluto y reflexivo, el manto estelar se funde con la superficie del agua, que sólo por esta noche, en cada alma lleva una estrella.

 

Los pobladores tienen como deber sagrado participar en este rito cuyo climax tiene lugar en el Panteón local, el camposanto cobra vida con un policromático despliegue del folclor más íntimo, el que cada familia diseña para vincularse con sus propias raíces.

 

Desde sus hogares, de adobe y teja, emprenden una silenciosa procesión; parsimoniosamente, con pasos constantes, el mutismo enmarca el luminoso camino inducido ya en un trance colectivo que prepara para el místico reencuentro.

 

Al cruzar el umbral del antiguo panteón de la isla el clima frío novembrino que emerge desde el lago da la bienvenida, pero la calidez y hospitalidad de la escena reconfortan el espíritu.

 

Los sepulcros se cubren con flores, veladoras y alimentos mientras la música viva genera un ambiente festivo que concluye con los primeros rayos del sol, cuando la bruma acuática abre las puertas para el regreso de las almas a su eterno descanso, a esperar el siguiente año. Quienes se quedan mitigan el frío matinal con el último jarro de café con canela, lo cubren con las manos antes de acercarlo al pecho para soplar levemente y levantar un cálido vapor que calienta el rostro mientras se da una mirada a la tradicional escena, ya con una perspectiva diurna.

 

Pero la celebración no se circunscribe únicamente a Janitzio, otras regiones como Jarácuaro poseen también tradiciones de gran pureza, la fiesta llega hasta la plaza principal con danza y música regional, pero antes, conviene conocer los arcos floreados que cada uno de los barrios levanta como homenaje a las almas que con eso siguen el camino de regreso.

 

Hay otro sitio que practica la alfarería como una de sus actividades preponderantes y con eso celebran a sus difuntos. En Tzintzuntzan se elaboran preciadas piezas de loza negra y vidriada o loza blanca, ángeles de paja, frutas y madera tallada, que se lucirán entre las ofrendas dedicadas a quienes, "ya no están".

 

El culto moderno a los muertos en México es el resultado del sincretismo que, integró elementos profundamente arraigados en la idiosincrasia precolombina con las ideas evangelizadoras traídas por los colonizadores.

 

En las culturas originarias los altares se dedicaban a diferentes deidades y se colocaban en diferentes fechas, pero el dedicado a Mictlantecutli, o señor de los muertos, se ofrendaba durante la temporada que hoy conocemos como noviembre, coincidencia aprovechada por los evangelizadores para amalgamar las costumbres y darle sentido a una nueva tradición que año con año se enriquece.

 

En un inicio los altares se colocaban un par de días previos al 1 y 2 de noviembre para retirarse el 3 día tres, pero a más de 500 años la complejidad del montaje obliga a iniciar con semanas de anticipación para mantenerlos casi a mitad de mes.

 

El Día de Muertos permea prácticamente en todas las culturas y regiones de nuestro país, cada una imprime su propio carácter, pero sin demeritar a otras, la de Michoacán ha rebasado fronteras, es reconocida en el mundo e incluso ha inspirado producciones cinematográficas de gran alcance.

 

Cada año se llevan a cabo diversas actividades culturales, recreativas y religiosas para celebrar a "nuestros muertos" en diferentes escenarios del estado que todo mundo debería conocer y disfrutar, pues con ellos se muestra el Alma de México.

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