Autor: Alberto Castillo

En los últimos años, el revuelo causado por las adaptaciones, secuelas y reboots de historias o franquicias clásicas ha sido considerable. Estas producciones han generado acaloradas discusiones que, en ocasiones, superan el impacto del propio estreno. La pregunta recurrente entre crítica y audiencia es: ¿Es esta reinterpretación necesaria? A grandes productoras como Disney, que en su época dorada no solo creó clásicos sino que moldeó valores y aspiraciones de varias generaciones, poco parece importarles justificar la existencia de versiones en acción real de Aladdin, Mulan o La Sirenita, por mencionar algunas. Es decir, las películas en sí mismas no han logrado responder a dicha interrogante.
Desde su anuncio, Snow White ha estado en el centro de esta conversación. Su estreno en marzo de 2025 no se presenta solo como una adaptación, sino como LA REINVENCIÓN DEL CUENTO CLÁSICO DE DISNEY. Dirigida por Marc Webb (500 Days of Summer, The Amazing Spider-Man, The Only Living Boy in New York), con guion de Erin Cressida Wilson y basado en una idea original de Greta Gerwig (Barbie, Frances Ha, Little Women), el proyecto contó con la participación de al menos seis guionistas adicionales.
Frente a la avalancha de detractores, cabe preguntarse: ¿cuál es el verdadero aporte de esta reinterpretación de un cuento con más de 200 años en el imaginario colectivo? ¿Qué tiene que decirnos este remake del primer largometraje animado de la historia?
La esencia de la trama permanece prácticamente intacta, pero en esta ocasión, la protagonista, Blancanieves (Rachel Zegler), adquiere una profundidad notable. Desde las primeras escenas se deja claro que su objetivo primordial es gobernar el territorio que sus padres perdieron trágicamente a manos de la Reina Malvada (Gal Gadot). Su aspiración no es fortuita: busca restablecer la paz, la armonía y la cooperación, valores sobre los que se erigió el reino. Un dije que le entrega su padre antes de desaparecer, con las palabras fearless, fair, brave y true, se convierte en un símbolo clave de las virtudes que deberá demostrar a lo largo del relato, además de establecer las conexiones personales que forma.
En esta nueva versión, Blancanieves deja atrás el arquetipo de damisela en apuros o la idea de un destino regido por casualidades. En su lugar, se nos muestra cómo, a través de actos de valentía y empatía, se gana su lugar como líder. Un par de escenas lo ejemplifican con claridad: en un momento, tiene la oportunidad de huir y esconderse de sus captores, pero, con determinación y la ayuda de su simpático ejército de animales del bosque, los enfrenta y vence. Este acto de arrojo no solo reafirma su carácter, sino que también convence a quienes la rodean (y a la audiencia) de que es capaz de recuperar el trono. Incluso en lo que parecería ser el clímax de la película, cuando su interés amoroso la despierta del hechizo impuesto por la Reina Malvada, ella no reacciona con la típica devoción romántica, sino con una determinación aún mayor por cumplir sus aspiraciones.
Si bien el guion recurre a algunas casualidades (típicas de los cuentos de hadas), estas se ven compensadas por el sólido desarrollo del personaje principal. No obstante, la interpretación de Zegler podría percibirse, en ciertos momentos, como excesivamente principesca. Sus movimientos están calculados con delicadeza, empalagosamente empática y, aunque mantiene un aire clásico de princesa, su actuación se sostiene gracias a la coherencia con la que enfrenta cada desafío. Hasta el final, vemos a una protagonista fiel a los valores representados en su dije: íntegra y regia.
Por otro lado, Gal Gadot brilla, pero principalmente por lo que la película le permite mostrar: su belleza. Más allá de la posible cosificación que esto pueda implicar, el problema es que el guion no desarrolla suficientemente la psicología de su antagonista. Se nos presenta a una reina cuya principal motivación es la obsesión por la estética, pero sin matices suficientes para convertirla en un personaje realmente fascinante.
Arte proporcionado por: Disney
Aunque visualmente deslumbrantes, las canciones carecen de la iconicidad de otros musicales animados (basta recordar a Elsa y su Let It Go). Sin embargo, la primera y la última pieza musical logran cerrar la historia de manera efectiva. Destaca en particular la escena en la que Blancanieves, en su primer día con los enanos, observa la caótica dinámica hogareña que llevan. En esta versión, no los convence de permitirle quedarse a cambio de realizar las tareas del hogar, sino que los invita a hacerlas juntos.

Arte proporcionado por: Disney
¿Son necesarios los remakes en acción real de los clásicos de Disney? La respuesta más generalizada es, y seguirá siendo, no. Pero veámoslo desde otra perspectiva: una película adquiere su propio significado a través de lo que dice en sí misma, sin necesidad de ajustarse a los cánones de un cuento infantil o a las expectativas de millones de Disney adults. Desde este ángulo, ¿es Snow White necesaria? No. Pero cumple con creces su cometido: reimagina el relato, lo adapta para nuevas generaciones y reinventa el clásico de una manera que, al igual que su protagonista, resulta sutil y poderosa.
¡Próximamente en tu Cinépolis de confianza!

Arte proporcionado por: Disney
Sobre el autor de la reseña:
Alberto Castillo es amante del cine y de las conversaciones que solo el cine puede provocar.
Actualmente coordina un taller de cine en Casa de la Cultura Nuevo León.
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