De paseo aristocrático a paseo popular
Posted On 2 agosto, 2018
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La Alameda Central es el parque público más antiguo no sólo de México sino del Continente Americano. Aquí estaba el mercado de San Hipólito, el kiosco o pabellón morisco –ahora ubicado en Santa María la Rivera- y muchos pero muchos álamos, con flores rojas y amarillas, traídos de Europa, árboles frondosos que medían hasta 30 metros de altura, también llamados chopos blancos, álamos blancos o álamos comunes, de allí su nombre: Alameda.
Muchas historias se tejen en torno a la Alameda Central: que era un lugar para todos, que luego fue sólo para la aristócratas; que en un tiempo estuvo enrejada y con tres puertas pero que cuando dos carruajes no pudieron pasar (sí los aristócratas llegaban en pomposas calandrias jaladas por caballos) las mandaron quitar; que sólo se conserva una de esas puertas, misma que se puede admirar cerca de la entrada a Los Leones en el Bosque de Chapultepec, en el paseo de los Héroes.
Una fuente llena de sangría
¿Sabías que cuando llega victorioso Benito Juárez, en la Alameda se hizo una gran comilona y se llenó de sangría una de las fuentes para celebrar su triunfo, o que se mandaron quitar todos los álamos y ahora sólo hay fresnos y otras plantas? También se quitó el pabellón Morisco y se colocó en su lugar el Hemiciclo a Juárez. Además, hay un monumento a Beethoven a cien años de que compuso La Novena sinfonía, con una máscara mortuoria.
Alumbrado público en la Alameda Central en 1892
Con el tiempo siguieron los cambios en la Alameda Central. Los álamos se empezaron a sustituir por otros árboles; derrumban las bancas y las cambian por las de hierro –que a la fecha siguen- y que por cierto se fabrican al estilo Eiffel, se cambiaron las fuentes y se colocaron monumentos. Es en 1892 cuando ya tiene luz pública o alumbrado público y la gente gustaba de pasearse.
Allí se mostraban los últimos adelantos de la moda europea. De los vestidos con crinolinas y olanes se pasó a los vestidos rectos, con una cinta a la altura de los talones, para que las damas dieran pasitos cortos, evitar que caminaran rápido y se perdieran a la vista del señor, como lo muestra el cuadro de Diego Rivera “Un paseo por la Alameda”, platica la cronista Julen Ladrón de Guevara, durante un recorrido que concluyó en una vieja propiedad de principios de siglo: Barrio Alameda.
De este sitio ubicado en la calle Dr. Mora 9, -antes San Diego porque ahí se encontraba el Convento de los Dieguinos (hoy conocido como Laboratorio Arte Alameda)- comentó que si sus paredes hablaran, nos contarían infinidad de historias pues el edificio lo mandó construir un médico alemán para dar atención a sus pacientes en 1915.
El predio consta de 724 metros cuadrados y con el tiempo dio cabida a un edificio de usos mixtos, de tal forma que por allí pasaron generaciones de médicos, abogados, artistas, periodistas, artistas plásticos, músicos, fotógrafos y diversos profesionistas que ocuparon por décadas los 45 despachos del edificio.
Se construyó un piso adicional con cinco viviendas y cinco cuartos de servicio, sin romper el estilo alemán y que hoy se ha transformado en el hostal boutique Chaya.
Hace menos de un lustro, el grupo ACHA Administradores conformado por los jóvenes empresarios mexicanos Leonardo González-Ortega, actuario y administrador; Rodrigo Hassey, administrador; Luis Gerardo Musi, economista; y Andrea Vázquez Bracho arquitecta, se encargó de remodelar Barrio Alameda.
En La Azotea, así literal, se acondicionó un placentero lugar para tomar bebidas refrescantes y alimentos para comer y/o batanear, pasar un rato agradable y admirar, sobre todo, el esplendor de la Alameda Central.
Hemicilo a Juárez ¡en menos de 45 días!
Es en honor a Benito Juárez, y a 100 años de la Independencia, que el entonces presidente Porfirio Díaz, el 3 de agosto de 1910, mandó construir a paso acelerado el Hemiciclo a Juárez, porque lo quería y fue terminado para su cumpleaños, el 16 de septiembre de ese año. ¡En poco más de 40 días lo erigieron!
Esta obra magna realizada con mármol de Carrara se inauguró oficialmente el 18 de septiembre de 1910. El monto invertido alcanzó los 243 millones de pesos. El encargado de la obra de estilo neoclásico fue el arquitecto Guillermo de Heredia y la escultura inspiración del italiano Lazzaroni.
Al centro del Hemiciclo -que pesa 70 toneladas y mide 7 metros de altura- se encuentra el Benemérito de las Américas sentado, y detrás la figura de dos mujeres que representan alegorías: La Patria –que parece colocarle una corona de laurel-, y La Ley. Se aprecian dos leones recostados y en final de su lomo se apoya una estela donde se aprecia una gran corona de laureles en la que se lee: “Al Benemérito Benito Juárez. La Patria”.
Esta consta de doce columnas de orden dórico y es un cenotafio, una tumba vacía, el monumento funerario más grande que se le ha hecho a Juárez porque sus restos descansan en el Panteón de San Fernando.
¿Te animas a dar un paseo por la Alameda Central?
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